Para Lina María Muñoz

 

 

Que diga unas palabras.

No diré ninguna.

De tener, tengo palabras.

Mas no diré nada.

No quiero decir las mismas palabras.

 

¿Para qué decirlas?

Las palabras de condolencia y pena

son migajas, retazos, distorsiones.

Decir estas sonoras y calvas palabras

estas líquidas y repetidas voces,

no alivia nada.

El lenguaje no consuela:

reune a los dolientes en torno a sílabas.

 

No quiero decir las mismas palabras,

las que sabemos.

No quiero repetir lo que repite la especie,

no quiero este estribillo de pena y rutina.

Quisiera un nuevo manojo de palabras

para ti y para mis duendes.

Un atado de voces que abra la memoria.

Es también olvido el lenguaje,

olvido inesperado.

 

No diré nada en esta ocasión:

que lo digan los otros, los amigos.

Ellos entienden lo que tengo aquí

y lo pueden decir sin tanto silencio.

 

No diré nada en esta ocasión:

mis ojos hablan, mi corazón grita.

Mis palabras recogen un trozo de mí

para que habites mis amados duendes.

 

Porque tú eres la palabra que no digo:

un lenguaje esencial que habita en mí.

Álvaro Bautista – poeta columbiano